“Uy, Ivo, me voy a afeitar y bañar que se me fue la mañana y no hice nada”, le dije al pasar, tomando conciencia que ya era cerca del mediodía.
“Sí, hiciste”, me dijo él
“¿Qué hice?” le pregunté distraído
“Jugaste”, disparó y me di cuenta que era absolutamente cierto lo que decía. Se me había ido la mañana jugando al fútbol con él, pero no se de qué parte anulada de mi cerebro me salió esa “reflexión” de que “no había hecho nada”. ¿Hacer qué no había hecho? ¿Trabajado? ¿Chequeado y contestado mails que iban a seguir ahí, una hora, unas horas, unos días más tarde?
Y cuando estaba dándome cuenta de lo que había hecho esa mañana, agregó: “no te acordás de nada, papi”.
Y volvía a tener razón.
Si aprender es recordar, Ivo me enseñó algo que seguramente él olvidará algún día. Ojalá que su hijo esté ahí para enseñárselo. O que encuentre este texto perdido vaya a saber por qué laberinto de la tecnología.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario