No quería volver a Buenos Aires porque -temía- aquí iba a terminar todo, ya que en esta ciudad Argentina empezó realmente su historia literaria en 1967. Llegó como un desconocido -recordaba Tomás Eloy Martínez- y se fue siendo una celebridad.
Hablo de mi entrañable Gabriel García Márquez en pasado porque mucho me temo que -tal como supo ser- ya no es. La demencia senil (quizás en su máscara más temible, el Alzheimer) le ha dado jaque mate a su memoria. A él, precisamente, él que descubrió Macondo, un pueblo donde la gente supo olvidarse el nombre de todas las cosas.
(Nota completa en PX - aquí)
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